DE HABITOS Y BARBEROS

Aunque intento ser un animal de costumbres, por mucho que me esfuerzo no lo consigo, me explico. Nunca me acuesto, ni me levanto a la misma hora, para desesperación de los que me rodean, a veces desayuno en casa, otras en la calle y muchas ni en una , ni en otra… y así un largo etcétera de hábitos, que cotidianamente si tienen muchos amigos fijados, tanto en hora, forma y contenido. Y la verdad, les tengo una envidia sana, pero “va a se que no”.

Sin embargo, yo si tengo una tradición inquebrantable que no tienen ellos. Siempre me corto el pelo en el mismo sitio, desde que tengo uso de razón, Manolo, barbero de la Plaza de Candelaria en Cádiz, se encargó de ese menester. Manolo me pelaba , también a mi padre, peló a mi abuelo y a mi bisabuelo, ay es ná. El caso es que Manolo se jubilo hará unos seis años. Para mi fue como una orfandad barberil, y por supuesto la perdida de un amigo. Tras un largo éxodo y para tranquilidad de mi cuero cabelludo, encontré en Sevilla a un sustituto a la altura de Manolo el de Candelaria. Antonio, se llama el figura, y es el peluquero del Real Círculo de Labradores de Sevilla.

Ayer me pelé, charlé con Antonio de política local, un tema muy socorrido cuando todavía no tienes confianza, se unió a la tertulia Dº Alfonso Ybarra, habitual del Circulo por las mañanas. Ya de vuelta a casa, enfilando Tetuan, parada obligatoria en el “Blanco Cerrillo” , por su olor lo reconocereis,Templo del adobo sevillano. Y con el picor en la coronilla del pelao, me tomé una cervecita y unos boquerones en adobo, con la tranquilidad de resistir en la trinchera de las antiguas barberías, la invasión de las peluquerías de diseño para metrosexuales, en las que juro, nunca pondré un pie.